Francisco Carpio

JASPPP por Francisco Carpio
En el principio fue el Verbo. Desde el Génesis en adelante parece que todos estamos (más o menos) de acuerdo con esto. Pero tal vez deberíamos añadir que junto a él –y con él- también fue el Icono… A lo largo del tiempo –y consiguientemente, de la historia- hemos asistido a una profunda e híbrida relación entre el mundo textual y el mundo visual.
Aunque será Aristóteles el que, con su Poética, trate de establecer una distinción entre las artes, sin embargo habrá otras miradas, como es el caso de la bien conocida máxima de Horacio, contenida en su Epístola a los Pisones, “Ut pictura poesis”, o también la afirmación que Plutarco atribuye a Simónides de Ceos, quien en el siglo V a. C. consideró a la pintura como poesía muda, y a la poesía como una imagen que habla, que nos muestran y nos demuestran la pervivencia y pertinencia de este singular fenómeno.
Pero es, sin duda, el siglo XX el tiempo –y el espacio- en que asistimos a un definitivo y fecundo matrimonio -en general, bastante bien avenido- entre la imagen y la palabra. Como señala Pablo J. Rico, “Durante el siglo XX podemos seguir un interesante proceso de incorporación de la escritura y la palabra al catálogo de imágenes del arte contemporáneo, revelándose al principio un nuevo género en la pintura, para después extender y diseminar su influencia sobre otros territorios expresivos y técnicas artísticas (la escultura, fotografía, imagen electrónica, net art, instalaciones multimedias, etc.)”
Es así como llegamos al territorio expresivo que ahora nos interesa: el de la fotografía contemporánea, un ámbito de creación en el que existe un número cada vez mayor de artistas que utilizan en su trabajo palabras, frases, párrafos enteros, con esta doble significación, formal y/o conceptual.
Este es igualmente el caso de Javier Ayuso, un fotógrafo –vale decir, un creador visual- al que yo calificaría doblemente de JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado), y también de JASPPP (Joven Artista Seducido Por el Poder de las Palabras)… y este es igualmente el caso de las obras que nos presenta.
Sus fotografías son literalmente (y nunca mejor dicho) un lenguaje
imaginado de letras, de palabras, de textos. Imaginado porque a la gasolina de la imaginación le añade la bujía de las imágenes y el carburador de la poesía. Pues no otra cosa que poemas visuales son en gran medida estas fotos. Poemas escritos con luz; escrituras de luz; fotografías.
Si al -por todos conocido- proverbio oriental: “Una imagen vale más que mil palabras” le añadiéramos ahora su espejo: “Una palabra vale más que mil imágenes”, nos quedaría algo más que un palíndromo textual, tal vez un empate técnico. ¿Y qué tal si decimos, algo así?: Una imagen-palabra vale tanto como una palabra-imagen… Afirma Rod Slemmons, “las palabras entran en nuestros cerebros a lomos de las imágenes. Las imágenes entran en el cerebro a lomos de las palabras […] La coreografía de imagen / palabra / palabra / imagen no es fácil de componer. Pero cuanto más difícil es, más posibilidades hay de cualificar o clarificar el mundo más amplio que es su fuente. Cerebros y lomos, lomos y cerebros, este es, debe ser, el camino.
Cuando Javier Ayuso, citando a Blas de Otero, ese ángel fieramente humano, ese redoble de conciencia poética, dice: “Me queda la palabra”, lo que realmente quiere decir es que le queda la palabra para explicar-alumbrar la imagen, porque la suya es una obra de espejos (¿no es acaso toda fotografía un espejo?) en la que no se sabe bien dónde está la frontera del azogue, si en la superficie del texto o en la piel de la plástica.
Y aunque al quedarle la palabra pareciese que la imagen no estuviera
invitada a esta fiesta, la realidad (o la irrealidad, ya que hablamos de
fotografías construidas, escenificadas, ficcionalizadas) es que lo visual juega un papel prácticamente igual de importante que lo textual. Me queda la palabra porque me queda –también- la imagen…
Una voluntad y una decisión que aparecen bien reflejadas, sobre los espejos de sus fotografías, a lo largo de las distintas series que presenta: Slogans; Pintadas; La palabra impresa o Trabajos sin nombre. En todas y en cada una de ellas las palabras se filtran –y se infiltran- sin cesar en los territorios iconográficos: definen espacios, nominalizan ausencias, visualizan ideas y lemas, se convierten en cuerpos eléctricos, en huellas pigmentadas sobre el lienzo de la naturaleza o de la ciudad (Stop / Solo / Sexo / Rip / Off / Cop…), se convierten en el hilo y en el tejido de las prendas, en las costuras y en las hechuras de las ropas, iluminan edificios y alumbran consignas (Te rascas si
te pica, Se cambian buenos días por días de mierda, Con tu puedo y con mi
quiero…).
A nuestro artista le queda la palabra y a ti, lector-espectador, te queda el derecho y el deber de disfrutar y de ver-leer estas bien construidas, bien escritas fotografías.
Francisco Carpio