Javier Vallhonrat

PALABRAS PARA SER VISTAS por Javier Vallhonrat

1.
En la antigüedad de la Grecia clásica, varios siglos antes de nuestra era, Simónides de Ceos, creador de las visualizaciones mnemotécnicas o Simmias de Rodas (contemporáneo de Euclides) con sus poemas figurados, inauguraban la senda de las complejas relaciones entre la palabra y la imagen visual; un fructífero camino cuyas posibilidades han avanzado hasta nuestros días.
Haciendo suyo el fecundo acercamiento entre la imagen y la palabra, en la época dorada de las vanguardias, Mallarmé o Apollinaire dan un impulso provocador a esta relación con sus caligramas de carácter experimental, influyendo en artistas como Brossa, que retomará estas referencias, avanzando desde formas cercanas al caligrama hacia la inmediatez de la dimensión corpórea de la palabra-objeto, borrando las distinciones entre los medios literario, visual u objetual.

2.

La poesía visual, interactuando su textualidad con las diferentes dimensiones de la naturaleza de lo plástico, en todas sus facetas, técnicas y soportes, se mueve en un espacio fronterizo donde la fotografía, la pintura, la acción, el teatro, la poesía o los objetos activan múltiples resonancias, dando lugar a diversas formas de poética convergiendo lo verbal, lo icónico, lo performativo y lo objetual en una forma de arte fronterizo de síntesis.

3.

Marcel Duchamp rechazó la simbólica acumulación de aura temporal de las obras artísticas tradicionales como consecuencia del paso del tiempo. En sentido opuesto, exaltó el valor de lo coyuntural, lo cotidiano, lo fugaz y lo contemporáneo, inaugurando la provocación dadá, rebelada contra los cánones artísticos y estéticos establecidos; su origen paradigmático se encuentra en los ready-made: objetos vulgares, de uso común descontextualizados éstos de su función.

4.

A través de los trabajos de ciertos autores de la Escuela de Dusseldorf nos han llegado imágenes de la ciudad cargadas de una poesía inervada de una retórica del enfriamiento, fruto del manejo de estrategias que subrayaban el carácter de representación de toda fotografía. La ciudad quedaba reducida a una colección de especímenes muertos, disecados, listos para la clasificación y el estudio: la ciudad como conjunto de objetos inertes, productos vistos ahora bajo una gris y nostálgica luz.

Los herederos de Bernd y Hilla Becher continuaban así afirmando, a través de la fabricación de representaciones de objetos construidos, que toda fotografía es en sí misma una construcción: un relato ambiguo a medias entre un mundo experimentado y un lenguaje construido, un artefacto de lenguaje.
La imagen de la ciudad, fragmentada y sometida a estrategias de enfriamiento, se multiplicaba en sus objetos, que perdiendo su historia individual, alejándose de la grandilocuencia, la anécdota y la dramatización, se transformaban en especímenes susceptibles de ser clasificados en tipologías: objetos que acumulados, constituían fragmentos de un texto (enciclopédico) acerca de la realidad.

5.

Paulatinamente, el sueño de veracidad con que la fotografía se embarcó en la ingente tarea de documentar el mundo, después de reducirlo a fragmentos, va siendo abandonado. La realidad quedaría ahora resumida en la ciudad, representación paradigmática del hombre contemporáneo ( la ciudad sería la gran fábrica de la realidad, y ésta su producto). Sobre sus inagotables imágenes, se escriben los relatos privados y colectivos que la hacen existir. Sus inagotables textos, aún no dichos, encuentran su existencia en la pantalla de los diferentes iconos que nos ofrece Javier Ayuso.
La ciudad como texto y pantalla, la palabra como imagen poética, caleidoscópica e inagotable, la fotografía generadora de iconos cargados de potenciales simbolismos, pivotando éstos hacia laberintos de resonancias cuando la palabra se posa e invade la ciudad, la contamina, la pervierte o le otorga un nuevo y perturbador estatuto.

Presentes de uno u otro modo, podemos rastrear guiños y destellos de genealogías complejas en estos trabajos que nos presenta Javier Ayuso. En ellos, palabra e imagen, en coreográfico e inestable encuentro, tejen y destejen mapas, rutas múltiples de conocimiento y experiencia poética, inaugurando espacios de múltiples sentidos, preñados de resonancias de procesos que remotos, hunden su rastro en paradójicas bifurcaciones. Las fotografías de éste artista crean un espacio escenográfico que precipita el encuentro, ficcional y verosímil, de letras, palabras, textos y poemas visuales cuyo sentido, de por sí abierto a infinitas derivas, es multiplicado y catalizado. La ciudad, a través de sus objetos y espacios, se convierte en la imágenes del autor, en pantalla, escenario y texto.
Como si de un acelerador de partículas o de un laboratorio de química experimental se tratase, las imágenes que Javier Ayuso nos presenta del espacio urbano, configuran el ámbito de estos juegos de alteración al descontextualizar los significantes y pervertir sus significados: contaminaciones, fricciones, y alteraciones son el resultado de estos experimentos que utilizan como catalizadores la memoria, la infancia, el humor, y como elementos, iconos de la ciudad y la palabra y el signo poéticos. A través de visiones tanto de entornos públicos como privados, el artista integra, a través de diversas estrategias de fabricación, espacios visuales y construcciones verbales reveladoras de mensajes ocultos, cargadas del poder de desencadenar imparables juegos simbólicos. Los contextos cotidianos, las localizaciones de valor urbano intermedias, albergan (y se hacen habitar por) mensajes que activan en el espectador complejas asociaciones y procesos cognitivos: palabras que entran en nuestros cerebros a lomos de las imágenes, activando arborescencias polisémicas, imágenes percibidas a lomos de las palabras, configurando éstas polifonías (¿poliiconías?) en una compleja y paradójica trama coreográfíca no fácil de descifrar.
Palabras penetrando la imagen, imágenes contaminando las palabras. En los trabajos de Javier Ayuso, la imagen se tiñe de un nuevo sentido, la palabra adquiere nueva vida, su interacción, preñada ahora de ecos , constituye el hilo y el tejido que habita y recubre con su trama de nuevos sentidos el fantasma dormido de la ciudad.

Javier Vallhonrat